“No tienes idea de quien soy, te formas una imagen prejuzgada de mí y de pronto crees que soy alguien que quiere hacer sentir bien a todos, que hago piruetas para robar un poco de devoción de los demás, para que me admiren. No, no sabes nada.
Crees que mientras vuelo de noche pienso en lo mucho que me querrán, lo famoso que puedo llegar a ser. No soy ningún Salvador, ni ningún Icono Pop (aunque inevitablemente se me quiera convertir en uno). No soy perfecto, aunque a veces quisiera serlo, sólo para callarte, sólo para dejar de atormentarme cuando veces subo en la oscuridad hacia la noche estrellada y diviso gente común y corriente, riendo, soñando, sufriendo y viviendo su día a día junto a alguien. Entonces sé que estoy solo y quisiera callarte.
Te diré que en verdad soy un camaleón confundido quizás tras unos lentes en alguna parte de esta anómala ciudad. Y lo prefiero así porque protejo y respeto a los que saben de mí, no porque sea más claro y transparente inventarse un perfil incompleto y adecuado para que sepan de uno.
Criticas lo que hago o dejo de hacer como si mi actuar estuviese desprovisto de un grito ahogado de impotencia ante días que mueren dejándome tan vacío y derrotado. No, no sabes nada. No sabes que no sólo lucho contra lo que ves, contra esta imagen aparentemente indemne al sentimiento de angustia, de desesperación, porque soy más que un tipo con una capa y un par de botitas que lee a Shakespeare y al que se le coagula la sangre ante una roca extraterrestre cualquiera. Esas son cosas que ves publicadas en cualquier parte para que la gente sea feliz.
Crees que porque tienes un nombre y escribes lo que escribes (que al fin y al cabo es asunto tuyo y en estricto no te lo discuto), crees que porque le gritas al mundo que existes, de ese modo estas libre de imperfección, de mancha, de –paradójico!- crítica.
Tú también existes allá afuera donde a pesar de las máscaras y trajes bicolores, siempre carga uno consigo y te has de dar cuenta que lo que importa no es al final lo maravilloso que puedes llegar a pintarte para que en el fondo te amen, sino que a alguien en el mundo le importe, quizás calladamente, que tú luchas, no contra archienemigos maquiavélicos o robots gigantes antropófagos o una hecatombe nuclear, sino contra ti y tus lobos internos.
Tengo la convicción de que lo que hago no es un espectáculo (son tus ojos los que lo convierten en uno) y que a cada accionar intento dar una parte importante de mí aunque al final se deforme y no quede más que una noticia anecdótica contada en alguna parte. No importaría, porque como un artesano imprime sus dedos en su obra, he deseado que alguna vez se me descubra en el viento, cuando ya no estoy, cuando he partido y entonces se piense en mí, no recordando mi metro noventa de estatura, sino la estela que dejo como susurro en lo que hago y tengo como principios, cosas intuitivas que despierten en otros su lado desconocido y sepan que en esencia todos nos necesitamos.
No pretendo que entiendas, en realidad yo mismo soy todo un misterio para mí, pero trato de aprender como cualquiera, en cierta forma lo necesito y esa es en sí toda mi lucha.
Porque al fin y al cabo yo seguiré cruzando el cielo urbano, una que otra bala rebotará en mi pecho, habré salvado a un bebé en medio de una explosión y tú terminarás de escribir lo que tengas que escribir mientras todo el mundo aplauda aliviado y admirado. Y luego ambos olvidaremos nuestros nombres de portada, yo olvidaré mi capa y tú tus apuntes y caminaremos solos sin conocernos, cada uno en una calle cualquiera, una noche cualquiera, entre otras personas…igualmente solas."
Crees que mientras vuelo de noche pienso en lo mucho que me querrán, lo famoso que puedo llegar a ser. No soy ningún Salvador, ni ningún Icono Pop (aunque inevitablemente se me quiera convertir en uno). No soy perfecto, aunque a veces quisiera serlo, sólo para callarte, sólo para dejar de atormentarme cuando veces subo en la oscuridad hacia la noche estrellada y diviso gente común y corriente, riendo, soñando, sufriendo y viviendo su día a día junto a alguien. Entonces sé que estoy solo y quisiera callarte.
Te diré que en verdad soy un camaleón confundido quizás tras unos lentes en alguna parte de esta anómala ciudad. Y lo prefiero así porque protejo y respeto a los que saben de mí, no porque sea más claro y transparente inventarse un perfil incompleto y adecuado para que sepan de uno.
Criticas lo que hago o dejo de hacer como si mi actuar estuviese desprovisto de un grito ahogado de impotencia ante días que mueren dejándome tan vacío y derrotado. No, no sabes nada. No sabes que no sólo lucho contra lo que ves, contra esta imagen aparentemente indemne al sentimiento de angustia, de desesperación, porque soy más que un tipo con una capa y un par de botitas que lee a Shakespeare y al que se le coagula la sangre ante una roca extraterrestre cualquiera. Esas son cosas que ves publicadas en cualquier parte para que la gente sea feliz.
Crees que porque tienes un nombre y escribes lo que escribes (que al fin y al cabo es asunto tuyo y en estricto no te lo discuto), crees que porque le gritas al mundo que existes, de ese modo estas libre de imperfección, de mancha, de –paradójico!- crítica.
Tú también existes allá afuera donde a pesar de las máscaras y trajes bicolores, siempre carga uno consigo y te has de dar cuenta que lo que importa no es al final lo maravilloso que puedes llegar a pintarte para que en el fondo te amen, sino que a alguien en el mundo le importe, quizás calladamente, que tú luchas, no contra archienemigos maquiavélicos o robots gigantes antropófagos o una hecatombe nuclear, sino contra ti y tus lobos internos.
Tengo la convicción de que lo que hago no es un espectáculo (son tus ojos los que lo convierten en uno) y que a cada accionar intento dar una parte importante de mí aunque al final se deforme y no quede más que una noticia anecdótica contada en alguna parte. No importaría, porque como un artesano imprime sus dedos en su obra, he deseado que alguna vez se me descubra en el viento, cuando ya no estoy, cuando he partido y entonces se piense en mí, no recordando mi metro noventa de estatura, sino la estela que dejo como susurro en lo que hago y tengo como principios, cosas intuitivas que despierten en otros su lado desconocido y sepan que en esencia todos nos necesitamos.
No pretendo que entiendas, en realidad yo mismo soy todo un misterio para mí, pero trato de aprender como cualquiera, en cierta forma lo necesito y esa es en sí toda mi lucha.
Porque al fin y al cabo yo seguiré cruzando el cielo urbano, una que otra bala rebotará en mi pecho, habré salvado a un bebé en medio de una explosión y tú terminarás de escribir lo que tengas que escribir mientras todo el mundo aplauda aliviado y admirado. Y luego ambos olvidaremos nuestros nombres de portada, yo olvidaré mi capa y tú tus apuntes y caminaremos solos sin conocernos, cada uno en una calle cualquiera, una noche cualquiera, entre otras personas…igualmente solas."
Superman
Carta llegada a la redacción del Daily Planet. No tenía destinatario pero se presume algún columnista de dicho diario.
1 comentario:
Imagino que una carta del Hombre Araña al Daily Bugle sería aún más melancólica.
Publicar un comentario