sábado, setiembre 02, 2006

Resaca post-BlogDay



Cuando te creé (no recuerdo cuándo y en cierta forma ni cómo) debutaste como mujer solitaria, blanca, indemne. Qué sería yo sino un simple espectador, un simple artefacto del destino, quizás ambos lo éramos. Quizás por ese pequeño encanto me deje acariciar por tus tímidas primeras confesiones que parecían tan personales, casi ajenas a mí.

Por ese entonces no me atrevía a comentar tus Post por timidez, luego por cierto orgullo y finalmente no lo hice porque comprendí que no era necesario.

No, no eras mía, ni yo era tuyo, y esa especie de incomplicidad me satisfacía porque éramos como niños comunicándonos con un lenguaje secreto. Así fui nutriéndome de tus expectativas matutinas los sábados por la mañana, de tus poemas interminables los jueves a medianoche, de tus decepciones amorosas esporádicas, de tu rabia humana por ciertas cosas que no puedes cambiar, de tus alegrías pueriles e inconstantes, de la cosmogonía física de tus pies los lunes al despertarte en antagonismo al trabajo.

Casi me era soportable verte responder a toda esa gentuza que te comentaba con halagos, con poses y estereotipos, con intentos patéticos para que los tomes en cuenta, algunos con simples síndromes publicitarios, otros con verdaderos cuadros psiquiátricos. Sí, a pesar de eso me era soportable, el sacrificio era una piedra en el zapato con respecto a llegar a la montaña.

Pero las cosas cambian, y aquél Blog que te albergó durante tantos meses, que alguna vez se tituló “Una Post-tal” (así, a secas y no con sus letras multicolor que luego pusiste, que acercaban mas el título a un “tome Coca-Cola”) ya era otro, era una especie de transacción comercial con una población de consumo, y relegaste un poco tu esencia, tu compromiso de no tener ningún compromiso, de no deberte a nadie. De pronto Tenias que postear, era inconciente, lo sé, habían humanos esperando y no importaba si la destrucción del planeta se dejaba sugerir entre los días pálidos de la ciudad. Tenias que postear, era mecánico.

Entonces empezaste a engañarte. Primero sutilmente entre Post que hablaban (que parecían hablar) de cosas trascendentales en tu vida, luego con declaraciones sobre tu librepensamiento, de tu superior manera de aceptar cosas prohibidas, de tu “elogiable”(sic) independencia religiosa, siempre parecías (Oh Dios, verbo peligroso!) estar sobre todos, Tener la razón y paradójicamente posteabas cosas llenas de descaro donde afirmabas no saber de nada ni tener todas las respuestas o enrostrarme (eternamente he sentido que era a mí, porque lo que se le hace a un hombre se le hace a todos los hombres) siempre esa careta de muchacha humilde, que, ahora lo sé, no tenía ni un rastro de la mujer que contemplé nacer.

Sí, tuve que matarte, era casi inevitable y en cierta forma sólo cumplí con el ciclo natural de la vida que también se cumple en los Blogs (mienten los que niegan esto o simplemente no saben nada de observación y conclusión), porque todo Blog nace, crece, en cierta forma se reproduce y muere. Sí, te maté porque el universo reclamaba la sangre de “Una Post-tal” y de sus Post que son, como en cualquier Blog, perdibles, pasajeros, aunque en el fondo quizás marquen de por vida a un solo hombre, aunque ése hombre fuese el único que amó a la Blogger, aunque ése hombre fuese el que la creó para amarla, aunque ése hombre la hubiese matado. Me duele la cabeza, es todo lo que puedo escribir hoy.”