viernes, enero 26, 2007

El misterioso Carlitos


Una vez estando en la universidad alguien llamó mi atención denominándome “El misterioso Carlitos”. Es interesante la velocidad para elaborar conclusiones cuando uno reacciona de impulso porque me cuestioné en milésimas de segundos:

“Cómo sabe que tengo un blog? Acaso los contados que lo saben abrieron la boca? No, entonces cómo? Se ha averiguado ya por algo que dije? Tal vez lo dije y no me acuerdo? No, imposible. Quién o quiénes más saben? Se lo habrá dicho a alguien ya o sólo se ha dado cuenta y soy el primero a quien se lo dice, sería irónico no? Tal vez es vox populi y soy más bien el último que me entero, eso sí sería irónico, pero por qué? Yo no soy nadie, bueno soy alguien pero como todos no? osea no hay razón para que importe que yo tenga un blog y menos si es un blog de alguien como yo, digo, no soy escritor ni periodista ni siquiera alguien que marque de forma popular. Tal vez él tiene un blog y me ha leído y ha concluido algo y ahora me lo dice en tono de complicidad, quizás sólo él lo sepa…no, espera, no voy a asesinar a nadie sólo porque sabe algo como esto…”

Finalmente, cuando mi corteza cerebral tomo las riendas era obvio que el título de “El misterioso Carlitos” no era nada mas que el saludo cordial de una persona intuitiva que nada sabía y que si lo supiese le importaría igual que le importa a los elefantes una reyerta de hormigas.

Este episodio, de por sí baladí, me hizo pensar en los miles de individuos que tienen un blog. Inevitablemente, no sé porqué, me hace equipararlo con los superhéroes de los comics, en el sentido de que existen superhéroes que portan máscaras, que mantienen una doble identidad, y hay otros que no, que están a libre disposición de los necesitados, todo esto fuera de que tengan o no disfraces ridículos.

Ahora bien, alguien que postea no salva a nadie (en general, porque según sé todo es posible), ni tiene superpoderes (sí, en general) pero me fascina la variedad de herramientas que es posible utilizar para darte a conocer, en forma congruente a la tendencia mundial de esa especie de individualidad gritada que ha surgido en la actualidad. Me refiero a que ahora hay mucha interacción entre alguien que escribe y alguien que lee, aunque estos dos sujetos se “vean” a través del mar de la virtualidad, e importa más, creo, el enfoque propio, el dejo personal, lo que dice uno y no sólo lo que dice una institución.

Es lógico esperar que no todos mantienen estos vínculos de forma que cualquiera pueda introducirse en la vida de uno (sea lo que fuese que se busque), entonces los hay de todo: los que dejan traslucir un currículo, los que se etiquetan de alguna manera, los que crean a otro, los que luchan por reflejarse, los pocos que lo logran, los que mantienen el frío sistema del muro con el lector, los que ignoran a este, etc.

Máscaras, eso lo resume todo, y las hay desde las que son a gusto del cliente hasta las verdaderamente inesperadas, porque en realidad en este mundo se permite y hasta se exige pluralidad. Algunos preferimos “obviarnos” en ciertos detalles, colocarnos la máscara para pasar a ser tácito, que no digan “el tipo ese de la universidad que escribe un blog” sino “el que escribe ese blog” y quede lo que se diga, se piense, se sienta y eso es todo.

jueves, enero 11, 2007

Caminos secretos del placer

Nunca he tenido aquél gusto por el picante, el rocoto, el ají. Es parte de esos vicios como el fumar o beber cerveza que no tienen razón, ni guardan interés para mí. Sin embargo cuando por ejemplo, esa sensación masoquista del picante está mezclada con un sabor específico como ocurre en una determinada preparación culinaria puedo descubrirme disfrutándola. Creo que existen confabulaciones en el universo para ciertas cosas y que de repente hay caminos secretos para el placer. Acá unos cuántos de esos caminos que me han sido dados disfrutar a través del paladar:

1. Chocoteja con plátano. En realidad se puede usar como paliativo cualquier buen chocolate simple, siempre que no sea empalagoso o desabrido, sin embargo una choco-teja siempre te deja esa sutil sensación de delicado pecado celestial. El plátano debe estar en lo que podría denominarse el punto perfecto, lo cual diré no es fácil de encontrar. El punto perfecto es el momento exacto de transición entre la madurez y la inmadurez (un plátano púber si cabe la idea), es decir no tiene esa sensación de estar verde y desabrido, ni tampoco las manchas oscuras ocupan gran porcentaje de su superficie. Claro que habrá que señalar que esta combinación es, digamos, explosiva, por lo tanto las precauciones del caso son no consumirlo en la noche (provoca un insomnio espectacular), y por supuesto no mezclarlo con sustancias estimulantes (específicamente con sustancias que contengan cafeína).

2. Zanahoria. Fresca, osea sin cocinar: se compra, se lava, se pela y bueno, se come. Se puede, o más bien se deberá partirla en tiras, trozos grandes, y se la cubre con un poco de azúcar. Claro que ensalivándola un poco hace que el azúcar se adhiera mejor.

3. Galleta de vainilla. En especial las que tienen forma de animalitos, porque le da un toque de gracia, o en su defecto galletas de vainilla rectangulares o cuadradas de marca poco popular (los productos muy comerciales por lo general pierden ese misterioso sabor íntimo) pero fresca. Ahora bien, el asunto es el siguiente: se mantiene por un largo tiempo la galleta mezclándose con la saliva dentro de la boca, con el fin de bañar las papilas gustativas adecuadamente, y cabe mencionar que este recurso también es casi vital en la mezcla chocoteja-plátano antes mencionada.

4. Pasas con pecanas. Así de simple, se coloca una cantidad de pasas en la boca con una cantidad equivalente de pecanas, la idea es que exista el mismo volumen para que ambos sabores se mezclen, luego se mastica todo esto hasta que hagan una masa única. Mi experiencia me dice que más o menos la proporción es una pecana por cada tres o cuatro pasas, aunque claro que esto varía según el tipo de pecana y el tipo de pasa porque hay pecanas enanas y pasas muy concentradas. La diversión acaba cuando en la bolsita que compraste sólo te queden pecanas o sólo te queden pasas o no te quede nada si eres un afortunado.