Nunca he tenido aquél gusto por el picante, el rocoto, el ají. Es parte de esos vicios como el fumar o beber cerveza que no tienen razón, ni guardan interés para mí. Sin embargo cuando por ejemplo, esa sensación masoquista del picante está mezclada con un sabor específico como ocurre en una determinada preparación culinaria puedo descubrirme disfrutándola. Creo que existen confabulaciones en el universo para ciertas cosas y que de repente hay caminos secretos para el placer. Acá unos cuántos de esos caminos que me han sido dados disfrutar a través del paladar:
1. Chocoteja con plátano. En realidad se puede usar como paliativo cualquier buen chocolate simple, siempre que no sea empalagoso o desabrido, sin embargo una choco-teja siempre te deja esa sutil sensación de delicado pecado celestial. El plátano debe estar en lo que podría denominarse el punto perfecto, lo cual diré no es fácil de encontrar. El punto perfecto es el momento exacto de transición entre la madurez y la inmadurez (un plátano púber si cabe la idea), es decir no tiene esa sensación de estar verde y desabrido, ni tampoco las manchas oscuras ocupan gran porcentaje de su superficie. Claro que habrá que señalar que esta combinación es, digamos, explosiva, por lo tanto las precauciones del caso son no consumirlo en la noche (provoca un insomnio espectacular), y por supuesto no mezclarlo con sustancias estimulantes (específicamente con sustancias que contengan cafeína).
1. Chocoteja con plátano. En realidad se puede usar como paliativo cualquier buen chocolate simple, siempre que no sea empalagoso o desabrido, sin embargo una choco-teja siempre te deja esa sutil sensación de delicado pecado celestial. El plátano debe estar en lo que podría denominarse el punto perfecto, lo cual diré no es fácil de encontrar. El punto perfecto es el momento exacto de transición entre la madurez y la inmadurez (un plátano púber si cabe la idea), es decir no tiene esa sensación de estar verde y desabrido, ni tampoco las manchas oscuras ocupan gran porcentaje de su superficie. Claro que habrá que señalar que esta combinación es, digamos, explosiva, por lo tanto las precauciones del caso son no consumirlo en la noche (provoca un insomnio espectacular), y por supuesto no mezclarlo con sustancias estimulantes (específicamente con sustancias que contengan cafeína).
2. Zanahoria. Fresca, osea sin cocinar: se compra, se lava, se pela y bueno, se come. Se puede, o más bien se deberá partirla en tiras, trozos grandes, y se la cubre con un poco de azúcar. Claro que ensalivándola un poco hace que el azúcar se adhiera mejor.
3. Galleta de vainilla. En especial las que tienen forma de animalitos, porque le da un toque de gracia, o en su defecto galletas de vainilla rectangulares o cuadradas de marca poco popular (los productos muy comerciales por lo general pierden ese misterioso sabor íntimo) pero fresca. Ahora bien, el asunto es el siguiente: se mantiene por un largo tiempo la galleta mezclándose con la saliva dentro de la boca, con el fin de bañar las papilas gustativas adecuadamente, y cabe mencionar que este recurso también es casi vital en la mezcla chocoteja-plátano antes mencionada.
4. Pasas con pecanas. Así de simple, se coloca una cantidad de pasas en la boca con una cantidad equivalente de pecanas, la idea es que exista el mismo volumen para que ambos sabores se mezclen, luego se mastica todo esto hasta que hagan una masa única. Mi experiencia me dice que más o menos la proporción es una pecana por cada tres o cuatro pasas, aunque claro que esto varía según el tipo de pecana y el tipo de pasa porque hay pecanas enanas y pasas muy concentradas. La diversión acaba cuando en la bolsita que compraste sólo te queden pecanas o sólo te queden pasas o no te quede nada si eres un afortunado.
2 comentarios:
ahh qué rico, me has hecho antojar :P, jaja.
Las pecanas y las pasas son lo mejor! ahhhh... y es cierto, para disfrutar las galletas d vainilla se tienen q conservar y deshacer en la boca ummh! jaja, cdt, salu2!.
Provecho entonces, jime.
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