Se ha de luchar por no ser un mal lector, o serlo en un contexto no íntimo. Aquél hábito enriquece, no se qué, no se cómo, pero lo hace. En cierta forma uno descubre seres interiores que desconoce.
Bueno, un mal lector (y estas son mis conclusiones de una visión redundante de algo tratado en muchas partes) es aquél que se empeña en escudriñar una obra para hallar al escritor desnudo, quizás errado o débil en algún pasaje, soberbio e ingenioso en otro, o tal vez dibujando una parte de su existencia. Así un niño ahogado al final de una página es para este lector una proyección de temores ocultos del autor, entonces se preguntará si el hecho no ha sido más que la narración de un suceso real o de un deseo terrible de suicidio.
Quiero que se me comprenda (imposible, tal vez), todos poseemos una tendencia a la crítica, al análisis, pero y el niño ahogado? Me refiero al que nos hemos creado nosotros mismos, aquél con el que anduvimos durante las páginas anteriores mientras espectábamos como mudos participantes, acaso no somos nosotros aquél niño? o quizás no es este ser un completo extraño que nos trasmite una emoción inesperada o tal vez antes tan solo sugerida?
Pensar que ese niño ahogado es el autor representando una pantomima nos expectora irremediablemente de ese mundo creado, nos lleva a ser un tipo que lee como autómata un libro, en vez de un tipo que por un infinito instante es un niño, un niño que sufre, que ama, que teme, que tal vez nos abre una parte de nosotros que mantenemos callada, que muere antes de cerrar el libro, tan sólo abrazado por las aguas mientras nosotros absortos nos preguntamos si no murió también algo nuestro.
El mal lector engloba una especie de procesos mentales propios de un crítico profesional o de un cronista, no de un “buen” lector que al fin de cuentas solo absorbe un libro con una esperanza amorfa y quizás secreta de hallarse sugerido o simplemente de sorprenderse, no de encontrarse con el titular de una noticia urbana.
He pensado que también esta ambivalencia mal-buen lector es extensible a la música y a la pintura (en realidad a todo aquello considerado arte).
Y así me encuentro un día melancólico caminando entre la humedad de una mañana y aparece a mi mente aquel “Nothing's gonna change my world” (“Nada cambiará mi mundo”) repetido en el coro de una canción y entonces comprendo que esos versos fueron escritos para cerrar un ciclo, o que tal vez yo los inspiré y son míos, mis palabras, confundidas por un capricho del universo y del tiempo entre un señor llamado John Lennon y un tipo que camina solitario aprisa por la calle a cumplir una rutina.
Recientemente me sentí atraído por los cuadros de Van Gogh, quizás más por esas pinceladas “agresivas” que encendían en mí sensaciones de necesidad, de búsqueda, contrarias a las sensaciones de magia y sosiego que me inspiraban los cuadros impresionistas. Sensaciones que inevitablemente me han estado llamando a coger un pincel, y dibujar, tan sólo dibujar.
No soy experto en arte ni mucho menos, no quiero saber con meticulosa exactitud lo que pensaba Van Gogh, lo que pensaba John Lennon al escribir “Across the universe”. Mejor dicho ya lo sé, porque en cierta forma lo he pensado ya, porque en cierta forma he sido Van Gogh, John Lennon, un niño muerto al final de un libro, a mi manera, claro.
Bueno, un mal lector (y estas son mis conclusiones de una visión redundante de algo tratado en muchas partes) es aquél que se empeña en escudriñar una obra para hallar al escritor desnudo, quizás errado o débil en algún pasaje, soberbio e ingenioso en otro, o tal vez dibujando una parte de su existencia. Así un niño ahogado al final de una página es para este lector una proyección de temores ocultos del autor, entonces se preguntará si el hecho no ha sido más que la narración de un suceso real o de un deseo terrible de suicidio.
Quiero que se me comprenda (imposible, tal vez), todos poseemos una tendencia a la crítica, al análisis, pero y el niño ahogado? Me refiero al que nos hemos creado nosotros mismos, aquél con el que anduvimos durante las páginas anteriores mientras espectábamos como mudos participantes, acaso no somos nosotros aquél niño? o quizás no es este ser un completo extraño que nos trasmite una emoción inesperada o tal vez antes tan solo sugerida?
Pensar que ese niño ahogado es el autor representando una pantomima nos expectora irremediablemente de ese mundo creado, nos lleva a ser un tipo que lee como autómata un libro, en vez de un tipo que por un infinito instante es un niño, un niño que sufre, que ama, que teme, que tal vez nos abre una parte de nosotros que mantenemos callada, que muere antes de cerrar el libro, tan sólo abrazado por las aguas mientras nosotros absortos nos preguntamos si no murió también algo nuestro.
El mal lector engloba una especie de procesos mentales propios de un crítico profesional o de un cronista, no de un “buen” lector que al fin de cuentas solo absorbe un libro con una esperanza amorfa y quizás secreta de hallarse sugerido o simplemente de sorprenderse, no de encontrarse con el titular de una noticia urbana.
He pensado que también esta ambivalencia mal-buen lector es extensible a la música y a la pintura (en realidad a todo aquello considerado arte).
Y así me encuentro un día melancólico caminando entre la humedad de una mañana y aparece a mi mente aquel “Nothing's gonna change my world” (“Nada cambiará mi mundo”) repetido en el coro de una canción y entonces comprendo que esos versos fueron escritos para cerrar un ciclo, o que tal vez yo los inspiré y son míos, mis palabras, confundidas por un capricho del universo y del tiempo entre un señor llamado John Lennon y un tipo que camina solitario aprisa por la calle a cumplir una rutina.
Recientemente me sentí atraído por los cuadros de Van Gogh, quizás más por esas pinceladas “agresivas” que encendían en mí sensaciones de necesidad, de búsqueda, contrarias a las sensaciones de magia y sosiego que me inspiraban los cuadros impresionistas. Sensaciones que inevitablemente me han estado llamando a coger un pincel, y dibujar, tan sólo dibujar.
No soy experto en arte ni mucho menos, no quiero saber con meticulosa exactitud lo que pensaba Van Gogh, lo que pensaba John Lennon al escribir “Across the universe”. Mejor dicho ya lo sé, porque en cierta forma lo he pensado ya, porque en cierta forma he sido Van Gogh, John Lennon, un niño muerto al final de un libro, a mi manera, claro.
1 comentario:
Recuerdo que Julio Cortázar hablaba del "lector hembra" y con el tiempo, eso pasó. Fue turbador que alguna vez haya pensando en los lectores "hembras" peyorativamente. Aunque, a dónde iba, es muy probable, fuera a la búsqueda de una fuerza más allá de los sexos, a manera de los griegos, si nos remitimos a las fuentes.
El mal lector, en lo básico, que no domine la comprensión de lectura y en lo más complejo, que
distorsione su lectura por proyecciones suyas, como en un caleidoscpio metafórico...
El buen lector, es de hecho, el vasto, el que viene complejizando su imaginario. Son ideas sueltas, motivadas por este post tuyo, Carlitos.
Gracias por ello.
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