jueves, diciembre 28, 2006

Adiós


El corral esta vacío y sólo queda ella. Ya no tiene mucha hambre, ni come con mucho entusiasmo de mi mano, como lo hacía cuando yo era más muchacho y ella sólo tenía pelusas en lugar de plumas. La soledad actúa de manera torturante ahora. De todos modos se irá, igual que sus hermanas.

Será mejor para todos, creo. Supongo que si tuviese seis años lloraría de verla partir. No quiero saber su destino, no sería sano.

Ahora la veo mirarme como tantas veces me miró. No soy un robot, aunque no tenga necesidad de embadurnarme de melancolía en ciertas cosas, sé que cuando dejé mi vida en el corral (de niño no era sólo el tipo que les traía su comida y les cambiaba su agua, era en cierta forma uno de ellos), podría verlos de vez en cuando, asomarme a través de la ventana, sostenerles la mirada, compartir esa paz secreta que poseen sólo aquéllas criaturas, aunque en el fondo sabía que eso no duraría por siempre.

Generalmente la gente se equivoca al querer traducir el sentir y el actuar de los animales a términos humanos. Debería ser al revés ya que en ellos todo es más básico, sin dejar de ser igual o más intenso que en los homo sapiens. Es por eso que interpretar su “lenguaje” en todo el sentido de la palabra es casi una tarea titánica por no decir imposible si se sigue la lógica de términos humanos. No sólo habría que saber “leer la mente” sino sobretodo “saber leer el corazón” para tener una vaga idea de lo que se desata en el sentir de un inocente patito cuando se acurruca entre tus dedos creyendo que eres su madre.

Aquellos años en que tuve tiempo de verlos crecer, de acompañarlos, de observar sus reacciones, supe que su mundo gira en otra escala universal, sus necesidades son más elementales en todos los sentidos. Ahora ella me sostiene la mirada y veo que inevitablemente estamos conectados.

Sé que se irá en estos días, no me han dicho cuando, y el corral quedará vacío después de cobijar a varias generaciones de patos que nacían con una “u” estampada en sus cabezas, rezago del cruce de la primera pareja entre un pato de plumas oscuras y otro de plumas blancas.

Ella es la última. No tiene plumas negras, es completamente blanca, una de las más “introvertidas” si me preguntan. Creo que ambos sabemos que es una irremediable despedida a un pedacito de mi niñez. Me mira nuevamente. “Adiós, entonces”.

PD: Léase si se place: Papá pato

3 comentarios:

Rain (Virginia M.T.) dijo...

Tu dedicación a los patos, me ha conmovido. Es que lo cuentas con una limpieza que te salta al pecho...

(Además has aludido a la sierra y por eso he pensado en patos correndo bajo un cielo hialino).

Seres vivos: se dio la relación en su más profunda expresión entre tú y estos animalitos.
Pensaba luego en cómo, para sobrevivir, los seres humanos matan a los animales.

...

Salute, Carlitos.

carlitos dijo...

Qué curioso pero en realidad a esa figura de la sierra que has imaginado es en la que pensaba. Es un sueño secreto...pero no se lo digas a nadie.

Anónimo dijo...

yo siento lo mismo, bueno casi, x los conejos, desde ese pequeño... su naturaleza s distinta tb, n verdad es muy interesante tratar esto.