sábado, julio 29, 2006

Sobre oscuridad

La oscuridad tiene dos significados para mí.

Primero: Sed de luz
Segundo: Temor a lo desconocido


De lo primero mencionaré que desde niño tengo un irreprimible temor a estar en la más completa oscuridad, tengo la necesidad de ver por lo menos una tenue luz. Sé que me trastornaría mucho la ceguera física pero creo que la superaría.

Alguna vez viví en ceja de selva donde la luz eléctrica se esfumaba a cierta hora, fueron noches infernales al principio sobre todo cuando el firmamento se consumía entre nubes espesas. Detesto la sensación de no saber si estoy con los ojos abiertos o no (lo cual podría ocurrir también en los sueños) y lo peor es que me ocurre en términos visuales exactamente lo que suele ocurrirle a cualquiera cuando piensa en su respiración, osea una falta de aire (lo que en mí sería una especie de apnea visual).

Pero bueno, lo considero más una manía, como el mantener las cosas de mi cuarto en el mismo lugar donde las dejo o detestar que algún cubierto se balancee en la mesa cuando estoy comiendo, o adorar el olor de la gasolina.

De lo segundo diré que es una prolongación de mi ansia de creer en otros mundos, paralelos, reales o no. Así pues me dejo llevar de la idea de vida extraterrestre (hay que ser ciego o demasiado soberbio para no creerlo) y entonces surgen esas ideas, para la mayoría infantiles, de que habitan entre nosotros o que escogen la soledad de la noche para espiar.

Situación similar siento ante la idea de almas en pena deambulando por allí (mejor dicho de la proyección de energía suelta haciendo travesuras, puesto que al final todo el universo se compone de energía) porque uno es esclavo inevitable de sus pensamientos, estén estos acertados o no.

Y cuando uno tiene cierta pequeña fascinación por fenómenos paranormales, deja volar salvajemente la imaginación. Claro que más aún cuando se es niño. Es entonces que los recursos de los padres tratando de apaciguar los temores de sus retoños caen por la borda. Porque de nada sirve, han de saberlo, mostrarle el interior de un ropero a un niño inteligente sosteniendo una frase como “Ves? No hay nada aquí” porque en el fondo el niño sabe - está seguro- que los seres fantásticos que lo atormentan sólo salen cuando él está solo y todo esta oscuro.

También está demás esa frase de que “solo a los vivos hay que temerles” porque el miedo (en este caso a fantasmas, extraterrestres, etc), miedo es y no implica que las descabelladas consecuencias que uno se imagina tengan que ocurrir si o si.

Debo aclarar que de ninguna forma lo primero ni lo segundo es cobardía, porque un hombre valiente no es aquél que no tiene miedo a nada sino aquél que temiendo, actúa y enfrenta cara a cara sus temores. Quizás los seres más valientes han tenido que ser los más temerosos. Bueno quizás en este sentido halla sido yo valiente al sobrevivir tantos apagones a finales de los 80’s.

Sin embargo creo que en el fondo tiene cierto encanto una noche urbana sin luz. Porque de los días en los que en algún lugar se volaban una torre de luz siempre recuerdo lo divertido que era el estar en casa sin televisor, sin radio, sin la catastrófica bulla cotidiana de la ciudad. Entonces entrabas en una conversa sin piedad con tu familia, afianzabas lazos, prolongabas sobremesas hasta largas horas de la noche, descubrías pasajes poco conocidos de una vida, olvidabas un poco tu temor a la oscuridad y luego morías un poco cuando esta desaparecía (“oscuridad que desaparece”).

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